Siempre que se escriben algunas líneas
sobre tecnología y virtualidad aplicadas a la educación, queda la sensación de
que éstas son insuficientes o corren el riesgo de caer muy rápidamente en una
versión desactualizada. La impresionante evolución de las tecnologías al
servicio de la comunicación y la educación, así como de las formas de realizar e-learning
y, más aún, el insaciable conocimiento y dominio de los jóvenes estudiantes
sobre las nuevas aplicaciones tecnológicas y del internet, superan, en mucho, a
la gran mayoría de sus mismos profesores, casi siempre mayores que ellos.
Para evitar esto, debemos dimensionar la
metodología de educación a distancia, y sus diversas modalidades de
virtualidad, como medios que contribuyen a consolidar un proyecto educativo; es
decir, ponderarlas como herramientas indispensables para asegurar la
interacción entre los docentes y los estudiantes, y entre estos mismos, pero
sólo como herramientas y no como fines. El objetivo del uso de la tecnología en
la educación no es el dominio de la técnica en sí misma, ni de determinadas
aplicaciones informáticas específicas, sino que el estudiante pueda interactuar
con otros sin condicionarse a determinadas herramientas tecnológicas, y cumplir
con todo lo que la modernidad considera requisitos para una formación de
calidad.
Si pensamos así, es más fácil vislumbrar,
cual si fuera un iceberg, lo complejo, profundo e inmenso mundo de
posibilidades que bajo el nombre de e-learning o de educación mediada por
tecnología, nos vamos encontrando cada día, con grandes sorpresas, y que como
en el iceberg, es mucho más lo que no conocemos que lo que simplemente se nos
presenta a los ojos.
Los recursos de carácter tecnológico, y
su directo impacto en las pedagogías que se empleen en las metodologías a
distancia y virtuales, deben ser vistos como alternativas modificables
permanentemente, y no como únicas ni irreemplazables. Esta debe ser una premisa
de todo el sistema, pues aún se aprecian algunas instituciones y programas que
valoran o cuantifican su modelo virtual en la inversión o tecnología de punta
que emplean en sus plataformas LMS, en sus sistemas de mensajería o en la alta
configuración requerida en los equipos de cómputo de sus estudiantes para el
desarrollo del proceso virtual. La tecnología en la educación debe seguir
siendo un reto para los pedagogos y no concentrarse en los ingenieros. De nada
nos sirve, como sistema, pretender impactos (más de mercadeo) relacionados con
millonarias inversiones en tecnologías, que prontamente quedarán obsoletas, sin
total claridad sobre el uso que se dará a las mismas y, lo más importante aún,
a los objetivos de formación que se esperan lograr con ayuda de la virtualidad.
De esta forma, un sistema de
aseguramiento de la calidad de los programas académicos a distancia y virtuales
de educación superior, como el colombiano, debe velar porque los objetivos
últimos de la formación personal, las competencias profesionales definidas en
los respectivos planes de estudio y los espacios de práctica que permitan
validar el conocimiento, entre otros, garanticen la formación del profesional idóneo
deseado por cada institución en su respectivo proyecto educativo y se cumpla
con los objetivos de formación, definidos por la Ley 30 de 19921, de
educación superior, en su artículo 6º.
También debemos ser enfáticos en afirmar
que hoy ya no es comprensible un proyecto formativo ausente de tecnología, de
contacto con redes informáticas y de las valiosas oportunidades que para la
docencia y la investigación tiene el Internet, incluso para los programas
registrados en el Sistema Nacional de Información de la Educación Superior como
de metodología presencial.
Esa virtualidad, en sus diversas formas
de e-learning y de blended learning, no es una opción, y menos aún una
característica accesoria. Es una competencia formativa mínima que debe
garantizarse en los estudiantes de naturaleza presencial, y aunque es Perogrullo
vale repetirlo, básica para los estudiantes de naturaleza virtual o a
distancia. Además, no puede desconocerse el hecho de que cada día son más los
bachilleres que se gradúan con altos niveles de competencia de manejo de
tecnología, uso de recursos educativos abiertos y en línea, y grandes
habilidades para la computación.