martes, 17 de mayo de 2016

PROLOGO.



Siempre que se escriben algunas líneas sobre tecnología y virtualidad aplicadas a la educación, queda la sensación de que éstas son insuficientes o corren el riesgo de caer muy rápidamente en una versión desactualizada. La impresionante evolución de las tecnologías al servicio de la comunicación y la educación, así como de las formas de realizar e-learning y, más aún, el insaciable conocimiento y dominio de los jóvenes estudiantes sobre las nuevas aplicaciones tecnológicas y del internet, superan, en mucho, a la gran mayoría de sus mismos profesores, casi siempre mayores que ellos.

Para evitar esto, debemos dimensionar la metodología de educación a distancia, y sus diversas modalidades de virtualidad, como medios que contribuyen a consolidar un proyecto educativo; es decir, ponderarlas como herramientas indispensables para asegurar la interacción entre los docentes y los estudiantes, y entre estos mismos, pero sólo como herramientas y no como fines. El objetivo del uso de la tecnología en la educación no es el dominio de la técnica en sí misma, ni de determinadas aplicaciones informáticas específicas, sino que el estudiante pueda interactuar con otros sin condicionarse a determinadas herramientas tecnológicas, y cumplir con todo lo que la modernidad considera requisitos para una formación de calidad.

Si pensamos así, es más fácil vislumbrar, cual si fuera un iceberg, lo complejo, profundo e inmenso mundo de posibilidades que bajo el nombre de e-learning o de educación mediada por tecnología, nos vamos encontrando cada día, con grandes sorpresas, y que como en el iceberg, es mucho más lo que no conocemos que lo que simplemente se nos presenta a los ojos.

Los recursos de carácter tecnológico, y su directo impacto en las pedagogías que se empleen en las metodologías a distancia y virtuales, deben ser vistos como alternativas modificables permanentemente, y no como únicas ni irreemplazables. Esta debe ser una premisa de todo el sistema, pues aún se aprecian algunas instituciones y programas que valoran o cuantifican su modelo virtual en la inversión o tecnología de punta que emplean en sus plataformas LMS, en sus sistemas de mensajería o en la alta configuración requerida en los equipos de cómputo de sus estudiantes para el desarrollo del proceso virtual. La tecnología en la educación debe seguir siendo un reto para los pedagogos y no concentrarse en los ingenieros. De nada nos sirve, como sistema, pretender impactos (más de mercadeo) relacionados con millonarias inversiones en tecnologías, que prontamente quedarán obsoletas, sin total claridad sobre el uso que se dará a las mismas y, lo más importante aún, a los objetivos de formación que se esperan lograr con ayuda de la virtualidad.

De esta forma, un sistema de aseguramiento de la calidad de los programas académicos a distancia y virtuales de educación superior, como el colombiano, debe velar porque los objetivos últimos de la formación personal, las competencias profesionales definidas en los respectivos planes de estudio y los espacios de práctica que permitan validar el conocimiento, entre otros, garanticen la formación del profesional idóneo deseado por cada institución en su respectivo proyecto educativo y se cumpla con los objetivos de formación, definidos por la Ley 30 de 19921, de educación superior, en su artículo 6º.

También debemos ser enfáticos en afirmar que hoy ya no es comprensible un proyecto formativo ausente de tecnología, de contacto con redes informáticas y de las valiosas oportunidades que para la docencia y la investigación tiene el Internet, incluso para los programas registrados en el Sistema Nacional de Información de la Educación Superior como de metodología presencial.


Esa virtualidad, en sus diversas formas de e-learning y de blended learning, no es una opción, y menos aún una característica accesoria. Es una competencia formativa mínima que debe garantizarse en los estudiantes de naturaleza presencial, y aunque es Perogrullo vale repetirlo, básica para los estudiantes de naturaleza virtual o a distancia. Además, no puede desconocerse el hecho de que cada día son más los bachilleres que se gradúan con altos niveles de competencia de manejo de tecnología, uso de recursos educativos abiertos y en línea, y grandes habilidades para la computación.

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